El Congreso de los Diputados
luce una imagen insólita desde los albores de la democracia, y ahora más que
nunca los escaños son el reflejo de la calle. Los trajes de chaqueta, camisas
de cuello duro, corbatas, zapatos recién cepillados y peinados impecables que
uniformaban a los señores diputados, disputan actualmente su protagonismo con sudaderas,
camisetas, piercings, zapatillas deportivas, rastas y coletas.
En el hemiciclo
se sientan un 39% de mujeres, el porcentaje más alto de nuestra andadura
democrática, e incluso se pudo ver un bebé infiltrado el primer día de faena,
que supuso la anécdota de la jornada, ensombreciendo así la presencia de un
diputado imputado, que ese sí que ha mamado –presuntamente- de la teta de la
corrupción.
Si Camilo José Cela levantara la cabeza y pudiese observar esta
pintoresca estampa escribiría, con la irreverencia e incontinencia verbal que
le caracterizaban, de toda esta mescolanza humana, todo un compendio de vidas
cruzadas, una pintoresca colmena de especímenes que nos van a representar
durante los próximos cuatro años. Personalmente, me la trae al pairo cómo se
vistan, mientras cumplan la labor por la que se les ha votado: sacarnos de esta
crisis que se ha empeñado en perpetuarse en nuestra maltrecha sociedad y
procurar impedir que algunos españoles hagan mutis por el foro.
Ojalá no nos
queden con la miel en los labios.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el miércoles 20 de enero de 2016.
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