Esta mañana me quedé trabajando
en mi gimnasio cuando todos mis alumnos de primaria terminaron las clases. En
el patio había niños de infantil en su recreo. Jugaban en la puerta, cerrada, y
a veces chocaban contra ella empujándose en sus juegos. De repente la puerta se
abrió, y aparecieron ante mis ojos dos diminutos, niño y niña, de unos 4 o 5
añitos. Al verme, pusieron cara de “yo no he sido”, y se acercaron a mi mesa
diciendo que la culpa era de una tal Laura, que se había ido corriendo. Les
dije que no tenía importancia, pero que tenía que trabajar y que por favor se
fueran al patio y me cerraran la puerta. Él, me echó su bracito al cuello y me
dijo: “un besito”, que seguidamente me estampó en la cara. Y ya cuando se iba,
cerrando la puerta tras de sí, se despidió con un “te quiero”, acompañado de
una sonrisa. La inocencia en estado puro.
En las últimas semanas el mundo
se ha visto convulsionado por indeseables acontecimientos que han disparado
todas las alertas. El miedo ha tomado posesión de nuestras vidas, y ha
bloqueado nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestras creencias. Justo lo
que pretendían los que están dinamitando nuestra sociedad sin miramientos.
Aunque nos cueste, aunque nos
vaya la vida en ello, no dejemos que arruinen las libertades que hemos logrado a
base de tiempo y esfuerzo.
Deseo volver a sentirme
ingenuamente segura en un mundo de maldad y falsedades, mirar a los ojos de la
inocencia y esbozar una sonrisa de complicidad, y soñar que con ello podré
fulminar intereses económicos y fanatismos ideológicos.
Quiero zanjar las diferencias con
palabras y firmar cualquier acuerdo con un abrazo.
Quiero Paz y quiero Amor.
Publicado en 'Cartas al Director' del diario HOY el viernes 27 de noviembre de 2015.
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ResponderEliminarMe encanta esta carta, no porque se hable de mi hijo ( el trasto zalamero) sino porque es una carta escrita con el corazón, con mucho sentimiento y con toda la razón.
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