Se acabó la senda vil
de lágrimas
bordadas, se agotó
también por fin
el dolor que se posa
en la ventana,
los besos que
recuerda la almohada,
madrugadas de sueños
que se escapan
al olor del café de
la mañana,
la caricia del agua
sobre el pecho,
miradas que se clavan
como espadas.
Acabose la risa
contagiosa,
los felices paseos de
verano,
las noches de vigilia
mano a mano,
ver revolotear las
mariposas.
Todo llega a su fin y
ya ha llegado.
Llegó la dama negra
con soberbia,
pregonando su lista
con descaro,
desnudando las prisas
de la vida,
mirando desangrar los
pies descalzos.
Ya no quedan notas
del pentagrama,
ni hojas que arrancar
del calendario.
Un suspiro se esconde
en los rincones
de mi alma, recluida
en un armario.
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