Nos
estamos peligrosamente acostumbrando a conocer nuevos casos de personalidades
públicas que se lo llevan calentito. Nuestro disco duro se va quedando con los
casos más recientes, y para rememorar los anteriores es preciso recurrir a las
hemerotecas. Pero en nuestro arrasado país nadie rinde cuentas.
Es cierto que
algunos ilustres amigos de lo ajeno han probado el menú de las cárceles
españolas, pero que alguien me refresque la memoria, no recuerdo que alguno de
ellos haya repuesto todo lo birlado.
En cuanto a promesas electorales se
refiere, tampoco nadie se da por aludido para apechugar con lo dicho. Ya
empiezan a allanar el camino los aspirantes a ocupar algún cargo público, con
más cuentos que Cortázar, ahora que empiezan a sobresalir las orejas del lobo
de las elecciones.
Se ponen sobre la mesa asuntos clásicos, y otros de nueva
incorporación, para intentar captar votos. A los ciudadanos de a pie nos van
creciendo las tragaderas de manera incontrolada, como los tumores malignos, y este
cáncer social va a aniquilar todas nuestras defensas.
Rendir cuentas por
pecados de palabra, obra u omisión, asumiendo responsabilidades, debería
convertirse en un ejercicio periódico y obligado para los poderosos, pero es,
de momento, un sueño inalcanzable en nuestra piel de toro.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el sábado 30 de agosto de 2014.
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