"En mi espejo habita una extraña. Está demacrada y tiene malos pelos. Las arrugas lucen desparramadas por su cutis como delincuentes en una ciudad sin ley. Sus asustados ojos asoman tras unas gafas y su triste expresión me recuerda la mía. Le hago un guiño y caigo sin paracaídas en el abismo de la realidad: es lo que queda de lo que fui.
Después de estamparme contra el muro de la verdad estoy pensando seriamente dejarme bigote, como mi contrario, para taparme este maldito código de barras que enmarca mi boca…"
Hoy día se ha extendido la afición por escribir. Unos lo hacen con más gracia y maestría y a otros les desahoga y lo utilizan como válvula de escape de esta olla a presión que supone la rutina diaria. Pero la inmensa mayoría quieren ver publicados sus escritos; y fórmulas hay para todos los gustos. Los consagrados suelen ganar certámenes literarios que les lanzan al estrellato o, en su defecto, siempre tienen a su disposición un editor interesado en publicar sus interesantes historias. Los noveles se buscan las habichuelas a través de las redes sociales. Pero, claro, no hay color.
Para vender por Internet mis poemarios o mis relatos, a menos de un euro, prefiero publicarlos gratis en Maribelandia.blogspot.com. Al fin y al cabo, lo que me gusta es escribir y que me lean. Ya me gano la vida como maestra, sin sobres B, dietas o comisiones como tantos y tantos corruptos. Si no me aprietan más las tuercas resistiré estoicamente esta situación que me ha tocado vivir. Como he leído por ahí: “si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco”. Pues yo, más feliz que una perdiz. Y el que venga detrás, que arree.
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