Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

martes, 4 de diciembre de 2012

Radio Macuto




     Mi amigo Diego escribía estos días atrás un artículo en la sección “Plaza Alta” del periódico HOY, que tituló “Las mentiras del facebook”. Y qué gran verdad es… El que más y el que menos, utiliza los pasillos del face como escaparate, pero con una programada y seleccionada muestra de pensamientos, actividades, opiniones y fotos. ¡Cuánta superficialidad y qué abanico de frivolidades! Verdaderamente, esto funciona como los cotilleos de los pueblos, pero en lugar de criticar boca a boca, o de fisgar desde detrás de la cortina de la ventana que da a la calle, como la vieja del visillo, se hace con el teclado y husmeando en los muros o en el perfil de los “amigos”. El gusto es el mismo, y la cabra siempre tira al monte. 

  
     En lo de falsear la realidad, yo misma he de confesarme de intentar publicar las fotos que no me resalten lo feo: mis dientes apiñados y de conejo, mis arrugas en las arrugas, mis imperfecciones en la figura… No sé utilizar el fotoshop (todo se andará), pero sí recortar una instantánea por donde me interesa, para no enseñar una molla impertinente. Cuando me acuerdo –a veces se me pasa- me quito las gafas para posar, pero soy hipermétrope y veo menos que un topo, por lo que las llevo siempre puestas por mi bien y el de los transeúntes que se cruzan en mi camino. Procuro restaurarme el maquillaje si me huelo foto a la vista, o esconderme detrás de unas espléndidas gafas de sol (que también son graduadas). En fin, truquillos que no echen por tierra mi autoestima al contemplar mi deplorable imagen inmortalizada, para regocijo de mis enemigos, si los tuviera o tuviese. Porque, presumida y coqueta soy un rato, todo hay que decirlo. 

 
      Menos mal que la gran mayoría de los amigos virtuales que tengo en las redes, lo son también del diario transcurrir de mi mediocre vida, y me han visto ya en mis días buenos, en los malos y en los peores, y están curados de espanto. Con rímel y sin rímel, con el pelo suelto y con coleta, con chándal y con tacones, con la cara lavada y pintada como una puerta.
       A estas alturas de mi vida me he tejido un amplio impermeable por el que me resbalan las opiniones de much@s conocid@s. Aún a riesgo de caer en la inmodestia, manifiesto abiertamente que cuando me enfrento a un espejo, si es a cierta distancia, mejor, me digo a mí misma: “no estás mal, para la edad que tienes…”, mientras cambio de pose poniendo morritos. 


     Ahora ya ni me acuerdo por qué estoy echando esta perorata, pero ahí queda. Esto va a ser del riego sanguíneo. Más de uno tendrá otro argumento para detestarme y criticarme por mi incontinencia verbal. Pero me encanta ser dueña de mis impulsos. De hecho, me divierte.


                      Yo también os quiero.

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