La masacre que el viernes conmocionó al
mundo no puede considerarse una desgracia puntual o un hecho anecdótico. Vivir
en EEUU puede ser tan peligroso como hacer footing por un campo de minas. En un
país en el que hay un arma de fuego por habitante, no puede sorprender
hipócritamente lo que ha pasado en un colegio de primaria.
Yo creí ingenuamente
que los pistoleros eran personajes de cine clásico, pero descubro, muy a mi
pesar, que han pasado al plano de lo real, y que además no son galanes. Algunas
mentes enfermas, en mayor o menor medida, pueden vivir entre la población, integradas,
con ayudas y terapias, y ser autosuficientes.
Pero si a estas personas les
pones al alcance y sin discriminación fusiles, pistolas y munición, la bomba
acaba estallando, y se lleva por delante todo lo que encuentra a su paso.
Incluso inocentes, que ya nunca sabrán la doble moral que impera en la tierra
donde nacieron y murieron, antes de haber vivido su oportunidad, amén de los
traumas irreversibles que arrastrarán los supervivientes de esta horrible
tragedia.
Todavía puede corregirse el error en las leyes, pero será tarde para
estos niños de corazón puro y para sus destrozadas e inconsolables familias.
"Los niños son la mayor certeza de que Dios existe".
Descansen en paz. Y descanse en paz su asesino. La paz que no tendrán nunca más las familias de los chicos, de sus maestras, ... del asesino. Mierda de armas, mierda de la quinta enmienda, mierda, aunque me pese, de libertad mal entendida. Saludos desde El Terrao.
ResponderEliminarEstoy pasando notas, pero con las noticias de la tele de fondo. Cada vez que se refieren a la masacre de Connecticut se me saltan las lágrimas y se me hace un nudo en la garganta. Pienso en la desgracia que ha sembrado ese demente, por haber tenido a mano las armas que su madre coleccionaba legalmente. Y aplaudo a esas maestras que han defendido la vida de sus alumnos con la suya propia. No tengo palabras, no hay palabras de consuelo.
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