Silba suavemente la brisa en el
tibio recuerdo de horas felices.
Las palabras brotan como la espuma
de las olas, desmayándose en la
orilla del ocaso. Anuncian su
llegada las vigilias silentes de
la noche. Toca desreír sin ira
efímeros fantasmas de
alegría.
Toca desbailar la meliflua danza
de caricias y abrazos a deshora.
Toca vestir de desnudez la luz
de las miradas serenas. Navegar
un mar incierto, en duelo de grises
bajo un cielo agonizante. Cubrirá
nuestros huesos un oscuro manto de
sudor y lágrimas. Se adivina el vil
otoño en el horizonte, cargado
con hojas macilentas, pregonando
su melancolía en el corazón
de cada verso.
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