Sujetas con determinación la aldaba de tus pensamientos,
para que el coro de grillos que
bulle
en tu corazón no la acabe
reventando.
Has olvidado llorar para aliviar
las decepciones,
y una lluvia de palabras
abortadas
te aprietan en la garganta.
El silencio golpea tu pecho sin
compasión,
y tus labios sellados sangran
amargura.
Te queda por delante una
penosa travesía del desierto.
El oasis de su complicidad
solo era un espejismo.
Nadie tienes alrededor
a quien pedir ayuda,
nadie que oiga tus lamentos,
ninguna mano dispuesta a levantarte.
Solo tu sombra acompaña tus
angustias.
Pero llegarás donde nadie nunca
antes había estado
a través de esta senda de
penitencia.
Allí beberás de la fuente de tus
propias cenizas para nacer en
una piel sin mácula.
Y volarás entre tus sueños
montada sobre una nube.
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