Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 6 de abril de 2011

Las mitocondrias


              LAS MITOCONDRIAS

   En un remoto pasado, hace unos dos mil millones de años, ya existía algo semejante a una bacteria, que en la actualidad forma parte de todas nuestras células. Son las MITOCONDRIAS, unos microbios poderosísimos, causantes de nuestro envejecimiento y que determinan nuestra muerte biológica. Me documenté en los largos días de estío vacacional. Las muy puñeteras. Podrían haberse esfumado en el túnel de la historia en vez de fastidiarnos. Y una, que va cumpliendo años y arrugas, tiene que recurrir  a soliloquios ( "estoy divina, tengo unas curvas de toma pan y moja"...), para elevar los niveles de autoestima, que el espejo de turno se empeña en pisotear. Si queremos mantener a raya nuestra complacencia, al menos en el cutis,  tenemos que presentar batalla a estos antipáticos bichitos con sustanciosas dosis de ácido hialurónico, que tanto menudea últimamente en nuestro kit de cosmética milagrosa (mira que somos ingenuas…) 
   Cada vez lo tengo más claro: a los 20 años eres dueño de un incalculable futuro. A los 50 tienes que aprender a gozar fundamentalmente del presente. Y a los 80, da gracias a las mitocondrias si te permiten atesorar el pasado. 
   C’est la vie… 

   Dice un refrán: "si no puedes con tu enemigo, únete a él ". Las mitocondrias se han hecho dueñas y señoras del cortijo de mi cara, y yo las decoro con mimo cada mañana, para que luzcan esplendorosas. Salgo de casa muy temprano, y cuando llego al centro mi prioridad es aparcar cerca del colegio, antes que estén ocupadas todas las plazas. Una vez ubicado mi vehículo, con media hora por delante hasta empezar las clases, desenfundo mi maletín de la "señorita Pepis", y procedo a formatear mi cara. De antemano, la llevo "borrada" de casa, con su crema limpiadora, su tónico y su cremita hidratante. Y antes de bajarme del coche y mezclarme con el resto de los humanos, me rehago las facciones una a una: el perfil de los labios con su relleno de carmín, la sombra en los párpados, la raya de los ojos, la máscara de las pestañas...et ¡voilá!, como nueva. Lista para comerme el mundo.

   Los que comparten conmigo franja horaria y distrito urbano me miran desde fuera cuando estoy en plena faena de restauración facial, en esa cruenta lucha contra el tiempo y las mitocondrias de los c..., y reaccionan poniendo cara de guasa (¡te he pillado!), de sorpresa (¿qué haces, tía?), de asco (¡será falsa!), y los que me conocen y saben de mis rutinas mañaneras, me imitan con cachondeíto haciendo como que se ponen colorete en las mejillas desde la acera de enfrente (no va con segundas, ¿eh?)
   ¡Ay, qué lástima, por Dios!


    Y todo el ceremonial transcurre con el fondo musical de "los 40 principales", Fran Blanco y sus secuaces, la broma de telefonillo, San Bernardino y la prueba de novios de Mar Montoro, un tutti-frutti que te arranca una sonrisa, cuando no una carcajada, para empezar la jornada con las pilas puestas.
   Entre unas cosas y otras, las mitocondrias son como de la familia. Ya les he cogido hasta cariño...

                         ¡ARRIVEDERCI!

1 comentario:

  1. Publicado un extracto de este post en la sección "Cartas al Director" del diario HOY.

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