Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Pío: 19 días.


 

Pío apareció un buen día en el patio de mi casa que, como se puede suponer, es particular. Estaban en el suelo dos pajarinos recién nacidos, que parecían haber caído del nido desde la cubierta de la casa y creí a ciencia cierta que estaban muertos los dos. Pero, al cabo de un rato, observé que uno de ellos se movía de manera casi imperceptible. Eso le salvó de una muerte segura e inmediata.

Lo metimos en una caja de cartón, con algo de calor, e intentamos hidratarlo haciéndole llegar pequeñas cantidades de agua con una jeringuilla. Era bastante improbable sacarle adelante, pero no desistimos de intentarlo. Probamos, pasadas unas horas, a acercarle al pico diminutas bolitas de migas de pan, que Pío tragaba con dificultad y muchas ganas de vivir.

 


 

Mirábamos cada poco tiempo si se mantenía con vida y perseverábamos en todo tipo de atenciones para que saliera victorioso de su duelo con la muerte. Mane compró una bolsa de comida especial para pájaros que, mezclada con agua y amasada en forma de bolitas, se comía con avidez. Empezó a piar tímidamente cuando se percataba de nuestra presencia y comenzó a echar plumitas.

 

 

Mane le compró también una jaula muy bonita y parecía feliz dentro de ella. Creció, su plumaje cubrió su cuerpecillo y casi podría decirse que nos conocía y que interactuaba con nosotros como una auténtica mascota.

 

 

Pero una mañana no quiso comer y se puso mustio. Murió en la mano de Mane, entre caricias y palabras de aliento.


 

Su pequeño cuerpo está bien enterrado en un arriate, para que ningún otro animal interrumpa su descanso eterno.




Vivió, en contra de todo pronóstico, 19 días. Feliz y bien cuidado. Nos quedan su recuerdo y su jaula vacía.

 


 

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