Leo con desasosiego que el
Gobierno quiere que los alumnos puedan sacarse el título de Bachillerato aunque
tengan una asignatura suspendida. Cada novedad que se incorpora en Educación,
lejos de subir el listón académico, no hace más que empeorar el nivel de
nuestros estudiantes desde hace décadas. Una cosa es teorizar desde el cómodo
sillón de un despacho (¡qué bonitos son los estándares de aprendizaje…!) y otra
bien distinta empolvarse las manos de tiza mientras lidias con más de 25
alumnos por aula en horario lectivo y con sus correspondientes progenitores en
otras franjas horarias.
Flaco favor le hacemos a nuestros niños y jóvenes
dándoles todas las facilidades, poniéndoles en bandeja lo que deberían ser
responsabilidades de ellos, porque sin darnos cuenta, aunque sea con la mejor
intención, estamos gestando una nutrida generación de inútiles, pusilánimes y
comodones que no saben hacer la o con un canuto, pero saben reivindicar
derechos desnudos de obligaciones.
Dejen los padres que sean los niños los que
apunten sus tareas, los que estén pendientes de entregar a tiempo los trabajos
que se les piden, los que estudien las materias haciendo sus esquemas y resúmenes,
los que planifiquen su horario de tarde para atender a todas sus actividades,
los que hagan sus dibujos y sus manualidades, aunque no queden perfectos, los
que preparen su ropa de deporte la noche antes de la clase de Educación Física;
dejen los padres que sus hijos aprendan a aprender, aprendan a fracasar,
aprendan a esforzarse, aprendan a descubrir, aprendan a equivocarse, aprendan a
empatizar, que aprendan a aburrirse. Sí, a aburrirse. También, no pasa nada. Los
niños tienen que andar su propio camino, padres y profesores tenemos que
indicarles el sendero, no meternos en sus zapatos.
Publicado en "Cartas a la Directora" del diario HOY el jueves 15 de noviembre de 2018.
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