En unas declaraciones en
televisión escuché decir a Celia Villalobos que ella está divinamente a sus 68
años, y ole por ella, que no tiene complejos ni mucho menos abuela. Yo tengo
unos cuantos menos, y también estoy divina de la muerte, (igualmente soy
huérfana de abuela), pero soy consciente que voy perdiendo la energía que tenía
para trabajar tiempo atrás. Irremediablemente, establezco comparaciones: yo
lidio con 30 niños por hora, 25 horas a la semana, ininterrumpidamente desde
hace la friolera de 35 años, y mientras estoy con ellos intentando enseñarles
algo, no me da tiempo de jugar al Candy Crush, ni de echar una siesta en la
poltrona.
Terminada mi jornada lectiva, cuando voy de vuelta a casa, no tengo
un chófer que sortee el tráfico y se estrese por mí. Y cuando llego, me toca
zafarrancho de combate doméstico. Por si fuera poco, dos tardes a la semana
acudo al centro para asistir a reuniones, cursos de formación, atención a
padres o trabajo personal, como correcciones o preparación de clases. Ella, a
mi lado, incluso teniendo 10 años más, está seminueva. Por lo tanto, Celia, a
tu ritmo podrás trabajar hasta los 80, con dos tacones, pero permíteme que yo
lo haga solo hasta los 65, que ya estaré bien amortizada y habré cotizado por
ti, por mí y por todos mis compañeros. No hay nada como ponerse en el lugar del
otro, eso que ahora se denomina empatía, que es lo que a ti te falta, querida.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el sábado 20 de enero de 2018.
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