El gris plomizo del cielo que
tiñe las olas, embadurna también mi ánimo; es día de despedida. La oración del
adiós tocó diana sobre mi almohada a primera hora de la mañana. Hoy no se
desprecinta la jornada, hoy se clausuran los felices días de serenidad disfrutados.
Hay que rendirse a la cruda
realidad y sumergirse, tomando una buena bocanada de aire, en las aguas
turbulentas de la rutina. Llevo en mi equipaje de vuelta las estampas grabadas
a fuego en mi corazón de cada sencilla alegría vivida, para rememorarlas en mis
horas bajas, y la luz necesaria para iluminar mis proyectos en los próximos
meses. Yo aportaré todas mis reservas de voluntad y mi capacidad de esfuerzo.
Adiós, mi refugio querido.
Volveré lo antes posible para abrazar tu consuelo.
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