Hoy tengo esa desagradable sensación de estar nadando en una piscina de mediocridad, bajo la presión de una copiosa lluvia de miradas inquisidoras.
De repente me siento ridícula por vivir con énfasis pequeñas rutinas de mi vida diaria, y me angustia la convicción de que ese sentimiento me acompañará para siempre, allá donde vaya, como un guardaespaldas.
Puede que, inconscientemente, haya cobrado vida en mi interior el patético personaje de una película infumable, lenta de acción y con un argumento incomprensible y absurdo.
Puede que la noche haga más lúgubres los pensamientos más lúgubres.
Tras un nuevo amanecer, mi mediocridad quedará enmarcada en un arcoiris que lucirá donde el sol ilumine mi azulado entusiasmo.
Ya vendrán siniestras sombras a habitar
la noche de mis fatigas.
Volverán los oscuros pensamientos
de mi conciencia los lutos a colgar.
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