Una mujer entiende qué es un milagro cuando ve por vez primera la cara de su hijo.
Fue un regalo criarte, verte crecer, educarte, estar a tu lado en los momentos mágicos.
Ser tu madre es un privilegio.
Superé todos mis miedos y mis inseguridades a lo largo de todos estos años.
En algún momento, que no sé precisar, pestañeé y, al mirarte de nuevo, ya no eras el niño inquieto que recordaba: te habías convertido en el hombre trabajador y responsable que yo había soñado siempre.
Tercer piso, tres décadas.
Estruja tus días, vívelos plenamente, disfruta queriendo sin medida.
¡Felicidades, Lulito!
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