Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 20 de marzo de 2022

Vale por...

 

Buceaba entre corales cuando un estruendo la sobresaltó. Abrió un ojo, entre sorprendida y asustada, comprendiendo en un segundo que el cierre metálico de la tienda de la esquina había abortado su gratificante sueño. Se levantó algo contrariada, directa al baño y descargó su vejiga casi a ciegas.

Cuando se refrescaba la cara en el lavabo, un pósit pegado en el espejo llamó su atención: “Te he dejado una nota sobre la vitrocerámica”. Intrigada, se dirigió a la cocina con diligencia. Era costumbre entre ellos dos hacer juegos de este estilo. Constituían un incentivo en su relación y acrecentaban su complicidad.

Desde la puerta pudo distinguir los corazoncitos rojos de varios tamaños que decoraban el mensaje. Lo leyó: “Vale por un fin de semana romántico en un lugar misterioso”. Saltó de alegría como una niña pequeña. Su aniversario estaba próximo y esta aventura era su regalo, después de una temporada estresante de trabajo.

 


El viaje en coche transcurrió sin contratiempos; él conducía con su secreto bien guardado y ella solo podía ir dilucidando el destino que les esperaba a medida que se iban acercando.

Llegaron, por fin, y la primera imagen que sus retinas capturaron fue de paz, de belleza natural, de infinitas posibilidades de felicidad, esa emoción que hay que aprender a saborear minuto a minuto del presente, que es el único tiempo seguro y, a la vez, tan escurridizo.

Sus expectativas se colmaron con el entorno del paisaje y las espectaculares vistas que, abrazados, pudieron contemplar desde el gran ventanal de su habitación, de esmerada decoración. Desde que se registraron, el trato de todo el personal fue exquisito e impecable. Parecía, asimismo, muy apetecible la oferta gastronómica. La compenetración de la pareja era evidente y crecería, sin duda, a pasos agigantados después de disfrutar todo lo que tenían a su alcance en este establecimiento hotelero.

Esos dos días de desconexión de enojosas e ineludibles rutinas laborales le supieron a gloria. Se habían confabulado los astros mágicamente para que el resultado de esta experiencia fuese altamente gratificante e inolvidable para ambos.

Siguieron repitiendo el método de las notitas para permitirse un homenaje de cuando en cuando, dándose así también la oportunidad de conocer rincones increíbles. 

 


 Ya están felizmente jubilados y rodeados de nietos, a los que cuentan con fervorosa emoción cada una de sus andanzas, los lugares que han visitado, los amigos que han ido sumando en cada escapada. Sus hijos les acompañaban desde pequeños y saben, de primera mano, cómo disfrutaban estas excursiones todos juntos.

Quedaban unos días para celebrar un aniversario muy especial. Cuando volvieron de su paseo diario, colgaba una bolsita de seda del tirador de la puerta de entrada. Asomaba débilmente un rulito de papel por encima del borde fruncido con una cinta. Una vez dentro de casa, desenrollaron el curioso papiro. Lo leyeron a la vez en voz muy baja, casi imperceptible: “Vale por la estancia de una semana en el Balneario Agua Bendita para dos personas”. Tenía estampadas las firmas de sus hijos y sus nietos.

De repente, salieron todos de sus escondrijos con aires de fiesta, abrazando a los abuelos, para redondear la sorpresa. De sobra sabían la ilusión que les haría pasar una semana juntos en un sitio tan relajante, y estaban en lo cierto.

 

Pasaron días de agradables sensaciones: circuitos termales; masajes e hidromasajes; tratamientos faciales, de piernas, de pies; cenas tan románticas como las de antaño, a la luz de unas velas…

Pero, sobre todo, volvieron a fundir sus almas en un solo corazón.

 


 

 

 

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