Clave es un concepto clave en
nuestro diario transcurrir, y hemos de adaptarnos a ello, sobre todo los que
certificamos muchas décadas, delatadas por el DNI.
Cuando llego a mi trabajo y
enciendo el ordenador, debo dar un zarandeón a mi perezosa neurona para que me
cante la clave de acceso. Seguidamente, para entrar en la plataforma interna, pasar
lista, anotar ausencias u otras incidencias, debo poner su clave
correspondiente de usuario y contraseña. Y si estamos a punto de terminar el
trimestre, es preciso recordar otra clave más para archivar todo el expediente
académico en Rayuela. Llegados a este punto, mi solitaria neurona empieza a
patinar.
Mi móvil se hace notar en el bolsillo, vibrando, porque lo tengo
silenciado para no desconcentrar a mis alumnos, y al ver en pantalla que es mi
directora la que se dirige a mí, marco el pin de desbloqueo para averiguar qué
quiere. De paso, echo un vistazo al mail que me acaba de llegar del banco, por
si es urgente, previa marcación de otra puñetera clave.
Ya en el recreo, algo
más relajada ante un estimulante café, abro Facebook, Twitter e Instagram, con
sus contraseñas correspondientes, para ver qué se cuece por esos pasillos.
Concluida mi jornada laboral de mañana, paso por el supermercado para hacer una
compra rápida, y saco una Visa en caja. El pin, no recuerdo el pin… A estas
alturas del día, mi neurona se retuerce hasta que, a regañadientes, escupe la
clave que necesito.
Decido pasar por un cajero automático para rellenar mi
anoréxica billetera, y rebusco en el eco de mi desgastada memoria el pin para
que la maquinita me conceda el dinerito que le he pedido. Ya solo me faltaba
que uno de mis hijos me pidiera una subvención de emergencia, a través de Bizum,
para terminar de exprimir mi capacidad de aguante.
Lástima que, por más que intimide
a mi fiel neurona, no pueda darme las claves para resolver con efectividad el
conflicto secesionista, las claves para erradicar definitivamente la violencia
a todos los niveles, las claves para dibujar una gran sonrisa a los niños que
sufren injustamente las equivocaciones de los que tendrían que velar por su
felicidad.
¿Dónde están las claves, matarile…?
Publicado en Cartas a la Directora del diario HOY el lunes 18 de febrero de 2019.
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