Suspenso sin posibilidad de repesca.
Cada vez
que paso por esa encrucijada de coches aparcados de cualquier manera, de otros
coches que desesperan queriendo abrirse camino en medio del caos y empujados
por imperativo de estrictos horarios laborales, me acuerdo de esa persona
iluminada que tuvo en sus manos la decisión de construir un nuevo colegio
público y decidió que fuera vecino de otro colegio privado, habiendo podido
barajar otras ubicaciones que, sin duda, habrían sido más acertadas y me temo
que, además, más económicas para las arcas públicas.
Suspenso sin remisión,
suspenso con todas las de la ley.
Teniendo amplios terrenos en propiedad,
alguien tuvo gran interés en situar un colegio de nueva construcción justo al
lado de otro ya veterano, aunque para ello tuviera que desembolsar una respetable
cantidad de € por la parcela. Y, por si fuera poco, el cúmulo de los
despropósitos y de la falta de visión de futuro, lo hizo sin prever una zona de
aparcamiento que evitase molestias a los que por allí circulan de paso.
A
algunos padres solo les falta meter el coche hasta el aula de sus hijos, pero
ante la imposibilidad, optan por dejarlo tirado en todo el perímetro de una
rotonda, escarranchado en un paso de peatones, o incluso obstaculizando la salida
de un sufrido particular, que algún día que otro se encuentra en estado de
sitio, en su propia casa, sin comerlo ni beberlo.
Suspenso en urbanismo,
imposible de recuperar.
A galeras mandaba yo a algunos, oye. Y a algunas.
Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el domingo 11 de junio de 2017.
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