Se pavonea otro lunes,
indiferente a tus llantos.
Fluyen por tus venas abultadas los
dolores enquistados en
tus raídos calendarios.
Tu voz se vuelve susurro
y tu gélida mirada
no tiene el brillo de antaño.
Tiemblan mis manos al mesar tu pelo,
mis lágrimas ya saben batirse en retirada
y mis sueños buscan para ti una
porción sabrosa de cielo.
Es tarde para las palabras no dichas,
tarde para los abrazos que nunca llegaron,
muy tarde para eternas despedidas,
muy tarde para un bolero o un fado.
Planea en el aire un perfume
melancólico y amargo.
Duérmete tranquila, madre,
que un ángel vela a tu lado.
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