Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 31 de mayo de 2015

Momentos





Hoy he mirado a la muerte de frente, sin pestañear, sin evitar su gélida mirada. He visto cómo roba la vida sin piedad y esconde el botín tras varias filas de ladrillos, que van fabricando un muro y, con él, la imposibilidad de dar marcha atrás. Y en la oscuridad del lúgubre descanso eterno, solo imagino tinieblas, miedo, tal vez dolor, ansiedad, desesperación, ahogo, silencio. Todas las flores del mundo no podrían urdir el milagro de un renacimiento cuando hemos llegado al final del camino. Camino que nos engatusa con falsas esperanzas, para conducirnos en último término al precipicio, al pozo del infinito, a las arenas movedizas de la vida eterna, que a veces intuyo tan falsa como las promesas de una legión de charlatanes de pueblo. He fantaseado con las emociones de la persona que hoy quedaba presa tras los ladrillos que, parsimoniosamente, iba colocando el enterrador, con indiferente rutina, en un ceremonioso compás de  espera de respiración contenida, del adiós tajante, contundente, irreversible, sin prórroga, inmisericorde, temible, indeseado. Mis interrogantes crecen a lo largo de este sendero circular que recorro calendario a calendario, a modo de alfombras, y del que me han inculcado que tendré que dar cuenta en la noche de los tiempos. Me resisto a pensar que detrás del tabique de ladrillo en el que quedaré presa para siempre no hay nada más que eso: los restos de una vida cuyos huesos se desmoronan, hasta convertirse en polvo de olvido, a la vez que van cayendo los jirones de recuerdos en los que nos acompañaron en este valle de lágrimas. Demasiado egocentrismo, demasiada soberbia la que alberga mi escéptico corazón. Solo tengo este día, este momento es lo único a lo que puedo aferrarme, porque puede que el siguiente me sujete con las manos pringadas de aceite, y me deje hundir y ahogar en la laguna Estigia, y ya no haya más momentos.



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