Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 27 de diciembre de 2018

BYE 2018


No podría cantarle al 2018 que “lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks”, porque se me ha hecho un año muy largo y muy duro, que me ha dejado, como a Joaquín, “la miel en los labios y escarcha en el pelo”. Mi lista de deseos para el que se avecina tiene en su primer renglón PAZ. En territorio patrio, porque no me llega la camisa al cuerpo desde que Torra dejó ver sus intenciones de conseguir su objetivo independista a través de la fórmula eslovena, el muy insensato. Paz de espíritu para los asesinos que tienen fijación por las mujeres, a ver si las estadísticas nos favorecen un día de estos. Paz en cada rincón del planeta que sufre conflictos violentos, que aplastan inmisericordes a los más vulnerables. Paz en el interior de la Tierra, que no deja de escupir y temblar aterrando a los seres vivos y arrasando todo lo que pilla a su paso. 

 

Hablando de paz, ¿por dónde se llega a La Paz en Badajoz…? Hay dos caminos: por la autopista o por Sinforiano Madroñero. Y ahora que menciono esta hermosa avenida de Valdepasillas he de decir que se ha convertido para mí, y no seré la única, en el trayecto más antipático de toda la ciudad, gracias a los hermosos tropezones instalados en su asfalto, más seguidos de lo que pueden soportar los sufridos amortiguadores de mi utilitario. Si puedo evitarlo, busco otro sendero más amable. Tiene nuestro Ayuntamiento un año por delante para mejorar este camino, tanto el firme como esos chiripitifláuticos aparcamientos en los que hay que entrar justo al revés de como sería más lógico.



Le digo adiós a un 2018 manifiestamente mejorable, cantándole con ironía, a ritmo de Sabina: “Desde el taxi y haciendo un exceso me tiró dos besos, uno por mejilla”.

                                    Anda y que te ondulen.









jueves, 20 de diciembre de 2018

Escapada a Formentera


Cuando intuyo la ocasión para hacer un viajecito, le dejo a Mane una tarjetita insinuante donde pueda verla. Y sobre la marcha, se pone manos a la obra para organizar una visita turística.





Ya no tenemos edad para posponer nada que nos haga felices, hemos cumplido con Dios y con la Patria, como dicen en mi pueblo. Así que animamos a una pareja de amigos para que se unieran a nuestros planes. Rafa y Nati no necesitan castañuelas para bailar, y en tiempo récord teníamos el viaje planificado.


 Y allá que nos fuimos a Madrid, desde donde volaríamos a Ibiza, y de ahí en ferry a  Formentera.





La isla es pequeña, y una vez en el puerto, decidimos llegar andando al complejo donde teníamos alquilados dos apartamentos.




Alquilamos un coche para movernos por la isla. Hay seis pueblos, muy cerquita unos de otros, y multitud de calas y parajes maravillosos que fuimos descubriendo poco a poco.










Disfrutamos tanto de los días como de las noches, entre lugareños o descubriendo playas desiertas a la puesta de sol. Encontramos mucho ambiente navideño, y un mercadillo atiborrado de gente, incluso con música en directo.











Una tarde nos sentamos a tomar unos mojitos en una cala mientras contemplábamos la puesta de sol.






Hemos jugado, literalmente, como adolescentes, a pesar de los años que llevamos a nuestra espalda.











Ha sido una escapada muy especial, y un soplo de aire fresco para nuestra relación de pareja y de amistad.








No todo en la vida va a ser trabajar... Hay que cargar las pilas de vez en cuando para poder seguir.








BYE