Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Nochevieja 2017



Me guardo en la maleta todo lo bueno de este año que termina. Lo hago sin euforia, porque sé que cuando suba al 2.018, el camino será parecido y los compañeros de viaje también, aunque algunos bajarán antes que yo, como nuestro querido Óscar, y conoceré a los que se vayan subiendo en las próximas estaciones. 
Para todos, mis mejores deseos: sonreíd al mal tiempo, ignorad a los que no merecen vuestras atenciones, no desfallezcáis ante las adversidades y no olvidéis dar abrazos cada día, que no solucionan nada, pero son más reconfortantes para el alma que ninguna otra cosa.
No os atragantéis con las uvas. Yo voy a prepararme para salir corriendo por las pistas de 2018 en cuanto suene el pistoletazo. Es una carrera de resistencia, un reto para los valientes, una aventura para los intrépidos, una novela romántica para los enamorados, un libro con 365 páginas en blanco esperando nuestras líneas. Escribid derecho, despacio y con buena letra, que estemos a la altura de los mejores.

                 Que la fuerza os acompañe.



sábado, 30 de diciembre de 2017

Despedida y cierre


Cuando suenen las doce campanadas y se empiecen a escuchar los brindis y las felicitaciones, lo que era hoy pasa a ser ayer, y empieza a desperezarse el hoy que, hasta hace un minuto, era mañana. 
Ya se oyen lejanos los acordes de la BSO del 2017, “Despacito”, para dar paso a temas que están a punto de nacer, con mucho ritmo y con un pan debajo del brazo. 
Mientras nuestro Rafa Nadal “resucita”, a sus 31 años, subiendo al pódium más alto de los elegidos del tenis, otros nos han dejado casi sin despedirse: Chiquito, con un “¡Hasta luego, Lucas!”; Pablo Ráez y su sonrisa cautivadora y convincente; el campeón Ángel Nieto, montado sobre ruedas; Carmen Chacón, cuya muerte la sorprendió en plena madurez; Paloma Gómez Borrero, ataviada de sabiduría vaticana; Manuel Marín y su filosofía europeísta; Bimba Bosé, joven y transgresora, a la que recuerdo con cariño como alumna de extraordinarias aptitudes físicas… Y algunos otros, de aquí y de allá, que de una u otra forma nos dejaron su legado. 
El protagonismo se lo han llevado, estos últimos meses, los paisanos del nordeste de España, por ese desmesurado afán que les ha entrado por divorciarse de la madre patria, a la que acusa de malos tratos difíciles de probar. Para república independiente que cada uno la proclame en su casa, si es capaz y le dejan. 
Al 2018 le pido, entre otras cosas, se descubra la vacuna contra la aporofobia, que bastante desgracia ya es ser pobre o desfavorecido, para que además te desprecien por ello. Y un saco de buenas noticias para las próximas 365 portadas del HOY.




viernes, 29 de diciembre de 2017

Marvao y Aveiro


¡Qué bien sienta una escapadita de cuando en cuando para liberar tensiones! Pues eso mismo hicimos Mane y yo hace unos días. Solitos, en amor y compaña. Primero, visita y comida en Marvao, que ya conocíamos, pero en esta ocasión guiados solo por nuestro instinto y capricho.



















La mañana, envuelta en neblina, nos impidió disfrutar de las impresionantes vistas desde el castillo, otra vez será.
Y, tras una magnífica comida y buen vino, carretera y manta hasta Aveiro, donde teníamos reservado alojamiento.

Una vez pedida en recepción la tarjeta/llave, subimos a la habitación para disponernos a dar una vuelta, ver la iluminación navideña y cenar. Nos esperaba un regalo de bienvenida por parte del hotel, del que dimos buena cuenta: una botella de vino y unos ovos moles, un dulce típico de Aveiro.


Había llovido, pero la temperatura era agradable y pudimos saborear cada rincón de esta ciudad mágica y acogedora, popularmente conocida como la "Venecia portuguesa".








Tras un desayuno de reyes (por aquello de "desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo"), salimos a patear las calles, ver los moliceiros de la ría de Aveiro en plena actividad y hacer algunas compras.



Decidimos comer en Praia Nova, a pocos kilómetros de la ciudad, lugar muy típico y pintoresco que nos apetecía visitar.








Entramos a comer en una marisquería a pie de playa, a la que doy una nota de sobresaliente por el servicio y la materia prima. Ya solo quedaba dar un buen paseo para rebajar calorías y eliminar los efectos del vinito, que había que emprender la vuelta a casa.





Me encanta el país vecino. Pero... (hay un pero, lo siento): las tasas en carreteras y autopistas son un robo a mano armada. Todavía recuerdo con rabia los trayectos a Lisboa, para llevar al aeropuerto o recoger a mi hijo Enrique, cuando vivía en Mánchester. Aún así, Portugal es un paraíso, y para nosotros, pacenses, un lujo compartir frontera con Lusitania. 




                            ¡VOLVERÉ!