Me sorprendió septiembre, preñado
de noches prematuras, de alarmas al amanecer, de siestas discontinuas, de
prisas anunciadas.
Me sorprendió septiembre
coloreando mi piel dorada de sombras aceitunadas, dibujando en mi cara un
rictus donde brillaba una sonrisa permanente, agitando en mi cabeza una jauría
de grillos donde reinaba la paz abrazada a un cálido silencio.
Me sorprendió septiembre cuando
aún no lo esperaba, cuando en la oscuridad de mis noches quedaban Perseidas
descarriadas para iluminar mis miedos, cuando mi piel seguía húmeda acariciada
por el recuerdo de las olas.
Me sorprendió septiembre con su
paso firme, rompiendo el ritmo de la danza ardiente y sensual del dulce agosto.
Me sorprendió septiembre
etiquetando mis días en el calendario y señalando el camino que me conducirá,
irremediablemente, al vértigo en espiral de futuros predecibles.