Sería para mí un gran consuelo confirmar que también a otras personas les pasa lo mismo. En ocasiones, en medio de un tumulto, perdida entre una multitud, siento que estoy sola con mis cuitas, buscando desesperadamente una salida en el laberinto de mis problemas.
Son momentos puntuales que no desembocan en patologías severas, afortunadamente. Me permiten continuar mis rutinas sin incidencias dignas de mención. Pero están ahí, al acecho, esperando que mis ánimos bajen la guardia.
Por suerte, las burbujas de mi entusiasmo son poderosas y capaces de expandirse, barriendo con su fuerza cualquier atisbo de depresión.
Chin-chin por los escaladores de la montaña del ánimo. Si cede el apoyo de tu pie en el camino hacia la cima, clava las uñas. Pero no caigas al vacío, no te rindas al abismo.
Sombra que persigue la triste figura
de mi soledad,
un abrazo tuyo vengo a mendigar.
En esta oscura noche
añora la luna su estrella fugaz
para jugar.
Siento que me muero,
me abandonan las fuerzas
para caminar.
Alcánzame, sombra triste,
que pueda en tu hombro
llorar,
y el nudo que mi garganta
aprieta
se pueda quebrar.
Que las horas son muy lentas,
pesan tanto como leña,
con sus miedos,
con sus penas,
y terminan
por matar.
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