Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 8 de mayo de 2011

CAPITAL DE CAPITALES


                                        Capital de Capitales

   No voy a escribir nada sobre Geografía. El título hace referencia a un pecado. El término “capital” no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a muchos otros pecados. Según Santo Tomás, “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que, en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.
   En nuestra época escolar aprendimos de memoria, entre otros muchos conceptos, cuáles son los siete pecados capitales:
   -Soberbia, ante el deseo de alto honor y gloria.
   -Avaricia, ante el deseo de acaparar riquezas.
   -Lujuria, ante el apetito sexual.
   -Ira, ante un daño o dificultad.
   -Gula, ante la comida y la bebida.
   -Envidia: resiente las cualidades, bienes o logros de otros porque reducen la autoestima.
   -Pereza, desgana para obrar en el trabajo o responder a los bienes espirituales.

   De todos ellos considero la envidia el más tóxico y dañino, aunque esto es tan solo una opinión personal perfectamente refutable. La virtud más adecuada para vencer la envidia es la caridad, desear y hacer siempre el bien al prójimo.
   El escritor argentino Jorge Luis Borges decía que el tema de la envidia es muy español. Hasta tal punto los españoles siempre piensan en la envidia, que para decir que algo es bueno, dicen: “es envidiable”.
   “El pájaro quisiera ser nube. La nube, pájaro” (Rabindranath Tagore)

   Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento social, el estatus ocupacional, el dinero, el poder y las posesiones materiales.
   Se mezclan emociones contradictorias, como por ejemplo, el deseo de tener lo que el otro posee, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo o la indignación por no entender a qué se deben esas diferencias.
   La insatisfacción, la baja autoestima, la inseguridad, la escasa valoración de uno mismo, y la poca confianza en las capacidades, están detrás de la envidia. Podríamos afirmar que los envidiosos son personas egocéntricas, vanidosas, ambiciosas y narcisistas, llenas de miedos, indecisión y dudas.
   La envidia es el pecado capital del individuo, y la hermana gemela de la hipocresía. Y desde luego, afecta más a los frustrados que a los que son envidiados por su belleza, inteligencia, triunfo profesional, éxito en el amor, fama o fortuna.
   El envidioso se alegra de los fracasos ajenos y sufre con los éxitos ajenos, pero desaprovecha tanta energía que no es capaz de alcanzar sus propios objetivos.
   Considera que los demás consiguen las cosas con facilidad y sin esfuerzo, no es una persona generosa, y si triunfa nunca se siente satisfecho. Este sentimiento es muy perjudicial para quien lo siente y muy peligroso para la persona envidiada.
   Una persona envidiosa llegará a bloquear el pensamiento creativo, generará ansiedad, tristeza y rencor, y lo manifestará a través de miradas y frases inoportunas, o frases calculadas para hacer daño. Es un sentimiento que nunca podrá controlar sin ayuda, y sin que se acepte tal como  es.
    La envidia es una defensa típica de las personas más débiles, acomplejadas o fracasadas, es un sentimiento de frustración insoportable ante algún bien de otra persona, a la que por ello se desea inconscientemente dañar.

   Si sufres las miradas y las palabras de una persona envidiosa trata de pasarlas por alto, no eres responsable de su sentimiento. Intenta descubrir la envidia a tiempo, te evitarás muchísimos problemas, y no desarrolles confianza con las personas envidiosas. El envidioso a veces se esconde  tras  una apariencia amable, acogedora y simpática y otras se camufla en conductas de excesivo respeto, o excesiva admiración. Se disfraza casi siempre de amigo para causar daño en el momento más inesperado.
   La envidia es un arma poderosa que puede herir,  agredir y destruir.
             “Del toro manso me libre Dios, que de los bravos me libro yo”.
   ¿Es así, o acabo de destrozar el famoso refrán…?


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