Eran casi las diez de la noche cuando el cielo lucía este color ferrugíneo, amarillento, yo diría indescriptible. El argumento meteorológico que ha producido este escenario es para mí desconocido, aunque en mi ignorancia estoy convencida que tiene su explicación lógica. Pero no por ello deja de ser curioso y excepcional.
Los contrastes y matices no se aprecian en su plenitud a través de estas fotos.
El eco de lejanos truenos ponía la banda sonora a estas imágenes.
Algunos minutos después, la noche se cernía sobre la ciudad, poco a poco, de puntillas.
Una inquietante calma nos cubrió, al tiempo que el sol se desmayaba en el horizonte, mientras el cielo lloraba tímidamente su partida.
Y el manto de la noche oscura ganó súbitamente protagonismo en nuestras pupilas.
CONTINUARÁ...
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