TRISTE
Hoy todo era preludio de felicidad desde primeras horas de la mañana, pero yo estoy triste.
El sorteo de la lotería ha tocado con la varita mágica las vidas de unos pocos, pero hay otras varas menos idílicas, menos de cuento de hadas, que también han tocado las vidas de otros cuantos, y por eso hoy estoy triste.
Huele a chocolate con churros en los colegios para despedir obligaciones, huele a vacaciones en la calle, huele a turrón en las casas, pero yo estoy triste.
Los regalos y presentes campan a sus anchas por el espacio urbano, las luces de colores iluminan la esperanza de los crédulos, pero yo estoy muy triste.
Dicen que Dios va a venir a nuestras vidas con forma de niño, pero yo sé de otro niño que no estará invitado a la fiesta, porque deambula perdido en un limbo que ya ni siquiera existe, de la mano inerte de su madre muerta, y eso hace que yo esté triste.
La fe es el consuelo de los que creen para explicar los sucesos que no tienen explicación ni consuelo, y yo no tengo fe, tengo frío en el alma, y estoy triste.
Yo quiero saber qué argumentos me ofrece Dios para justificar la sinrazón de lo injustificable: que una madre ilusionada no llegue a ver ni acariciar el rostro de su hijo engendrado con amor, que un niño sea castigado sin nacer antes de contraer el más mínimo pecado, que unos padres pasen el insufrible calvario de enterrar a su hija amada, que a un esposo enamorado se le desgarre su corazón por una irreversible despedida, que unos abuelos candidatos vean alejarse la dulce esperanza de escuchar la inocente risa de su nieto, que una mujer joven abandone su existencia terrenal para habitar el mundo de tinieblas del que nadie vuelve para traer noticias…
Hoy estoy triste, por lo que pudo ser y jamás será. Hoy estoy muy triste.
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