Verbena de disfraces en las fiestas de San José de las Josefinas, 19 de marzo de 1.973. Mane: 13 años. Maribel: 12 años.
Comunión de Lu, mayo de 2.002
Lo nuestro ya no se lleva, lo admito. Pocas parejas conviven en armonía tras 27 años de matrimonio, y otros cuantos antes de noviazgo a la antigua usanza. No voy a negar haber pasado por momentos difíciles, en los que nuestro proyecto de futuro estuvo en la cuerda floja, pero los superamos. Tampoco voy a negar que la convivencia a largo plazo se ve castigada en ocasiones por la indeseable rutina, y es entonces cuando hay que reinventar la relación, atizar la llama de la pasión y cubrirse con la capa de la tolerancia y el respeto mutuo.
Hoy hace 27 años que pasamos por la vicaría: 9 de junio de 1.984. Boda por la Iglesia, como Dios manda, en la iglesia de Santa Marta, de hermoso retablo del siglo XVIII, oficiada por D. Salvador, el párroco en aquel momento, y banquete nupcial en el hotel Río de Badajoz, para más de 200 invitados. Yo acababa de cumplir los 24, uno menos que él, y ya empezaba para los dos un proyecto de vida que, a fecha de hoy, se ha saldado con tres hijos que compensan todos nuestros sacrificios pasados, presentes y futuros.
Una gran familia que tampoco es lo más frecuente en los tiempos que corren. Con sus luces y sus sombras, supongo que como todas. Nosotros, que somos una pareja muy particular, aún conservamos la costumbre de besarnos, abrazarnos y bromear con toqueteos, como si fuéramos unos adolescentes, delante y detrás de nuestros hijos, todos los días. No podría prescindir de esos contactos físicos, porque constituyen para mí la energía necesaria para atender mis obligaciones sin perder la alegría.
El curso toca a su fin, y es hora de autoevaluarse. También es buen momento para hacer balance de nuestra relación de pareja: “progresa adecuadamente”. Yo no entendería mi existencia de otra manera. Mi menopausia y tu “pitopausia” bailando al mismo compás, hasta el final de la fiesta. Se lo prometí a D. Salvador, y yo soy mujer de palabra:
“En lo bueno y en lo malo, todos los días de mi vida…”
Y, aquí seguimos, escribiendo nuestro LOVE STORY a la española.
Sevilla, 1.980.
Y que dure...
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