Mañana el astro rey será el protagonista indiscutible del martes 21 de junio, tomando posesión de sus dominios en el día más largo del año. Este acontecimiento se ha festejado desde tiempos ancestrales, rodeado de matices mágicos, invocando a las fuerzas de la Madre Naturaleza: el fuego, el agua y la tierra.
Las hogueras de San Juan, celebradas tradicionalmente el 24 de junio, representan el triunfo de la luz sobre la oscuridad. El fuego purifica, arrasa con todo lo malo que nos ha pasado y con lo que está por venir, consume lo negativo y aparta los malos espíritus.
También el agua adquiere propiedades curativas por San Juan: otorga salud, amor y la bendición de las hijos. Simbolizando la pureza y la fertilidad, el rito a seguir consiste en darse baños de rocío, el que se acumula en los campos, o recibiendo nueve olas consecutivas si lo llevamos a cabo en el mar.
Y colgando ramas de saúco en las puertas de las casas se invocan espíritus benéficos, siempre y cuando sean retiradas antes del amanecer. La verbena tiene un simbolismo parecido al del saúco, y con sus ramas pueden tejerse collares que vuelven invulnerable a quien los luce, así como pueden utilizarse para la preparación de brebajes de amor, capaces de conseguir la reconciliación de una pareja. Y falta mencionar otra planta mágica, el trébol, capaz de atraer la fortuna si se encuentra por azar, sobre todo si el hallazgo es de un trébol de cuatro hojas, tan excepcionalmente raros.
También mañana se celebra la festividad de San Luis Gonzaga, el patrón de la juventud. Siendo el primogénito de una noble familia italiana, cedió todos sus derechos de herencia a su hermano para ingresar en la Compañía de Jesús, donde murió de peste a la temprana edad de 23 años,tras una vida de estudio y de entrega al prójimo.
Y hasta aquí, la teoría.
Para mí el verano es la época en la que me encuentro a mí misma, desnuda frente al espejo de la verdad, sin trucos, sin maquillaje, sin aditamentos, sin disfraz. Simple y llanamente indefensa ante la cruda realidad, descalza sobre la arena, sola entre la muchedumbre, desprovista de hipocresía.
Hoy ansío el verano tanto como le temo.
Porque hay mucho en que reflexionar, y heridas que se abrirán al hacerlo,
respuestas presas reclamando amnistía,
dudas pegajosas asentadas en el alma,
palabras escritas afiladas como puñales,
ecos lejanos resonando en la memoria,
evidencias color sepia bajo llave en un cajón olvidado,
muros que tirar y paredes que encalar,
idiomas que traducir,
lágrimas que malgastar.
Y un único corazón.
Necesito sentirme querida, necesito sentirme segura y necesito sentirme libre, y debo averiguar, de una vez por todas, a cuál de esas necesidades soy más vulnerable.
CONTINUARÁ...
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