Ahora que el verano viene caminando de puntillas hasta la puerta de nuestras vidas, los sentidos se impregnan de olores y colores que solo se pueden disfrutar en tierras extremeñas. Al borde de las 10 de la noche, ayer, podía captarse esta mágica luz, a la que la instantánea no hace del todo justicia.
Un cielo policromado casi irreal, una ensoñación, pura fantasía. Una pugna desigual de grises contra anaranjados, jaleados por sombras siniestras y amenazadoras.
Y un tímido arcoiris buscándose hueco hacia la ruta celestial, custodiado por farolas chismosas, que otean con descaro el horizonte, vigilando la huída del astro rey por tierras lusas.
Hoy no he tenido un buen día, pero el solo hecho de revivir la paz que me produjo la asistencia a este gran espectáculo de la Madre Naturaleza, me serena el espíritu y espanta mis temores e inseguridades.
Mañana será otro día, confío que mejor.
PAZ Y AMOR.
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