Tengo una extraña sensación de vacío, de silencio, de quietud... Mis pasos son lentos, mis movimientos ralentizados, y en mi cabeza los pensamientos se ordenan sin atropellarse.
Hoy es lunes, pero no tengo que salir deprisa de casa, sortear el tráfico, buscar aparcamiento, llegar sin aliento a la clase después de subir tres plantas por las escaleras. Hoy el colegio ya está vacío de niños, de filas militarizadas, de sonrisas ocultas. Estoy de vacaciones, estamos de vacaciones.
Era impensable en septiembre del año pasado que terminaríamos el curso de manera presencial, en aquellos días en los que nos colocaron en primera línea de batalla, armados única y exclusivamente con nuestra voz, nuestras muestras de cariño y nuestros mensajes motivadores. El camino no ha sido fácil, pero hemos llegado todos a la meta.
Tuve claro que quería terminar el curso con aire de fiesta, celebrando nuestra tradicional gala con las coreografías que los alumnos siempre preparan en las clases de Educación Física, aunque lucieran mascarillas y no pudiesen ejecutar ejercicios de estrecho contacto físico.
Y así lo hicimos: todos los cursos de Infantil y Primaria sentados en el patio, en sus filas correspondientes, a primera hora de la mañana, asistiendo al espectáculo de baile de niños de 3º, 4º, 5º y 6º. Al aire libre, con la fresquita.
Terminó la fiesta dedicando un gran aplauso a todos los niños por parte de todos los profesores, por su ejemplar comportamiento y actitud este curso tan extraño, que ha puesto a prueba su capacidad de adaptación a tantas dificultades y situaciones excepcionales y desagradables.
Conservo la esperanza de que el curso próximo sea más parecido a nuestra antigua normalidad, pero habrá que esperar acontecimientos a lo largo y ancho de este verano.
Crucemos los dedos.
Un gran aplauso para todos los que hemos hecho posible esta hazaña, los retos son lo nuestro.
¡Feliz verano!
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