Estoy inmersa en una melancolía tan espesa como la niebla con la que inauguramos el nuevo año. Todo es quietud y silencio, los desmadres y excesos de la pasada noche han dado paso al triste escenario de calles fantasmagóricas, cubiertas por la bruma.
He pasado revista por las habitaciones, haciendo recuento de mis hombres, y me falta uno. Tras unos minutos de incertidumbre, que se me han hecho eternos, he recibido un mensaje al móvil del benjamín de la casa: "estoy dormido, luego te llamo, guapa". He suspirado aliviada, alguien lo tiene recogido en su choza.
Y aquí estoy, con una sensación de vacío, de incertidumbre, de apatía, que no me deja llevar a cabo mi actividad normal, o lo que es lo mismo, recoger, limpiar, cocinar, organizar...
Estoy como Dinio: "confundía". Y no será por el alcohol.
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