Baño de masas
No puedo esquivar el tema, porque me va a levantar un sarpullido. Hoy es el gran día de las JMJ. En televisión han retransmitido puntualmente los acontecimientos como un trascendental evento, que lo es, por la relevancia mundial de la cabeza visible de la Iglesia Católica que se digna visitar España, y por la ingente asistencia de jóvenes del mundo entero a estas jornadas. Todo un espectáculo que pasará a la historia, pero que a mí me consterna irremediablemente.
Estoy convencida de la no asistencia de jóvenes somalíes. Ellos se debaten entre la vida y la muerte y no disponen de presupuesto ni de ánimo de espíritu para venerar a ningún representante religioso.
La verdad es que los que vienen a la celebración no han invertido grandes cantidades: entre 35 y 200 euros han pagado por estar en el meollo, amén de recibir una mochila, una gorra y vales de comida de supervivencia para estos días. Algunos de estos regalos han sido patrocinados por grandes empresas generosamente. Eso sí, se han sufragado su desplazamiento, aunque algunos son subvencionados directamente por el Vaticano, que gestiona todas las aportaciones. (Por cierto, he oído que les harán una auditoría, para descartar malversaciones, supongo, dadas las inmensas cantidades que se manejan).
El Papa viene en vuelo privado, con un gran séquito, y dos “Papa-móvil” (hay que tener uno de repuesto para evitar imprevistos). Su llegada a Madrid, apoteósica: autoridades, alfombra, banderas, una multitud enfervorecida…En ciertos momentos se trasluce por parte de algunos asistentes auténtico fanatismo, sobre todo cuando se sienten “atacados” por grupos contrarios a toda esta movida. ¿Dónde está su otra mejilla?
Sinceramente, creo que Jesucristo no está de acuerdo con toda esta parafernalia.
Ni yo. Lo digo como lo pienso, porque este es mi blog y nadie puede en él manipularme. Soy respetuosa con los que opinan de otra manera, sus razones tendrán, o a lo mejor ni siquiera se han cuestionado aspectos que a mí me sublevan, pero la figura del Papa se habría revalorizado ante mis ojos si hubiese decidido suspender su viaje a Madrid en el último momento y mandado el dinero de combustible, estancia, cocinero vip, guardaespaldas, etc, etc, a los países del cuerno de África que viven condiciones tan deplorables. Las jornadas se habrían desarrollado casi igual sin su presencia: rezos, homilías, confesiones, catequesis…porque numeroso clero lo habría asumido gustosamente por tan noble causa, y los católicos habrían entendido tan encomiable postura.
Los jóvenes católicos que intervienen en las JMJ están perfectamente mentalizados, y no hace falta evangelizarlos. Si el Papa quiere hacer apostolado que viaje en vuelo regular a África llevando el Evangelio, predicando en los campamentos de refugiados con temperaturas extremas, con moscas, sin aire acondicionado, sin comidas de diseño, solo con su palabra y con su consuelo. Y que convenza a los jóvenes que han acudido al encuentro mundial para practicar a su lado el voluntariado, aunque no les ofrezca mochilas, gorras ni tickets de comida. Que se mojen por semejantes que no han corrido su misma suerte de nacer en el primer mundo, y que dejen de darse golpes de pecho multitudinarios. No nos engañemos, muchos de estos jóvenes, no todos, indudablemente, vienen a Madrid a hacer turismo de zapatilla, a no desperdiciar la oportunidad que se les ha presentado, pero como el que va a un concierto de los Rolling.
No quiero ser injusta con la Iglesia, porque hay nombres de hombres y mujeres que han dedicado su vida al servicio de los más pobres, enfermos y necesitados, al pie del cañón, que para mí tienen un inmenso reconocimiento y, si de mí dependiera, acceso directo a la gloria eterna. Pero no encuentro a los altos mandatarios en esta escueta lista.
¡Qué a gusto me he quedado! Y si no estoy en lo cierto, que Dios me perdone.
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