Cuando Mane y yo nos casamos no era como ahora, que preparan los novios su viaje al Caribe, a las Seychelles o a las islas Fidji a priori. Nosotros esperamos a contar el dinero que nos regalaron en el banquete, hicimos nuestros números, nos echamos cincuenta mil pesetas al bolsillo, y cogimos el coche en dirección al Algarve portugués, hasta que se nos acabó el presupuesto.
Así, a lo loco, sin reservar hoteles ni nada. A la aventura, ¡qué romántico!
La primera escala en La Antilla, ¡qué raro!, ¿verdad? Desde allí, carretera y manta por el litoral y primera discusión: yo casi me salgo de la Península Ibérica, y Mane se enfadó, volvió al principio y me convenció para tomárnoslo con más calma. Entre pitos y flautas, reventón de una rueda del Citroen GS...
De Vila Real de Santo Antonio a Montegordo...
Vila Moura...
Praia da Rocha...
A todo esto ya era jueves, casaditos desde el sábado...
Praia de Dona Ana...
También Faro, Praia da Baláia...y cuando de las cincuenta mil pesetas quedaba solo para volver, media vuelta. Al pueblo, a pedir asilo en casa de mis padres durante el fin de semana.
Una semanita escasa nos duró el turismo.
Y no estamos traumatizados ni nada que se le parezca. Hemos viajado después.
Y colorín, colorado...
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