Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 1 de abril de 2012

Las ánimas benditas

     El subconsciente, ese potro desbocado que no sabe a dónde va, exhibe malévolamente ante nuestro raciocinio nuestros más escondidos recuerdos en una galería de arte onírico, pone a flote en nuestra memoria episodios que procuramos enterrar una y otra vez, empaqueta y etiqueta nuestros defectos y nuestras miserias para restregarlos en nuestras propias narices, destroza nuestro ego a traición cuando más daño puede infligir a nuestra autoestima, y para disimular y minimizar nuestra animadversión hacia sus inmisericordes y constantes ataques, es capaz de conseguir que despertemos a una hora concreta, previo rezo fervoroso a las ánimas benditas, que nadie las ha visto ni ha dado fe de ellas, pero haberlas haylas, que ríete tú de alarmas digitales ni otros artilugios indisolublemente unidos al progreso y a la técnica.

     Mediante esta técnica ancestral desperté esta mañana con las primeras luces, para no perderme ni un minuto de este cielo al que aspiro a elevarme con el tiempo y una caña, y no de pescar precisamente.

  
      Desayuné colmando mi retina con esta agradable estampa, que nada tiene que ver con la televisada previsión meteorológica para hoy en el suroeste de la Península, que anunciaba lluvias.


     Este firmamento vestido de azul era la excusa perfecta para jugar a fotógrafa con mi nuevo móvil.


          Las blancas paredes despertando bajo el cálido abrazo del astro rey.


     Escondido el sol tras el estilizado talle del Bitácora, mi vecino por el este, tomando impulso para su imparable ascenso.


     En la lejanía, la línea difuminada del horizonte perfilaba mis anhelos más secretos...

                                                          BYE

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