Valor para continuar.
Habíamos cogido carrerilla a
lomos de febrero loco, cuando el mundo se paró en seco. El frenazo nos produjo
un latigazo cervical que acertó de lleno en el mismo corazón de nuestro
espejismo de felicidad, prendida a nuestra rutina con alfileres.
No confinarnos en casa dejó de
ser una opción. Y el tiempo cobró una dimensión nueva, que había que
administrar sin folleto de instrucciones. Me congratulaba la idea de dedicarme
más de lleno a escribir, pero esta situación me bloquea; demostrado queda que estoy
más inspirada cuantos más frentes tengo que atender, mis musas están en compás
de espera hasta que se restablezca la cotidianidad.
Me viene a colación, en estos
días difíciles, la famosa cita de Winston Churchill, que reza:
“El pesimista ve
dificultades en cada oportunidad. El optimista ve la oportunidad en cada
dificultad”.
Mantener a raya al bicho infame
pasa por tener las manos enjabonadas cada dos por tres. Además de dañina, esta
alimaña microscópica es sucia y grasienta, por eso la limpieza y la desinfección
la aniquilan.
Ni en su época de mayor esplendor
mis manos fueron delicadas. Estos días me pican y están más secas que la
mojama, ásperas y doloridas. Pero opino que las manos no tienen como objetivo
supremo lucir impecables. Soy una mujer eminentemente práctica, y yo las quiero
para trabajar, para acariciar, para enfatizar mis palabras con sus movimientos,
para transmitir a través de la danza, para tocar la guitarra, para aferrar a
los que quiero, para infundir confianza, para dar... Y para ahuyentar entre
pompas a este virus con aspiraciones monárquicas.
Vamos a necesitar algo más que un
lavado de manos para cuando salgamos de nuestro encierro domiciliario. La vida
nos demanda también, de paso, un lavado de conciencia social, un escaneado a
nuestras emociones, una renovada escala de valores.
Llegados a este punto, mi
artrosis y la apergaminada piel de mis manos requieren un poco de atención y
cuidados intensivos, para seguir presentando batalla al enemigo que ha puesto
en jaque al mundo entero. A ello.
Pero voy, por último, a recordar
otra célebre frase de Churchill, que viene como anillo al dedo para motivarnos
en esta lucha desigual, y que vamos a ganar.
“El
éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: lo que realmente cuenta es el
valor para continuar”.
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