Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 26 de marzo de 2020

Valor para continuar


Valor para continuar.

Habíamos cogido carrerilla a lomos de febrero loco, cuando el mundo se paró en seco. El frenazo nos produjo un latigazo cervical que acertó de lleno en el mismo corazón de nuestro espejismo de felicidad, prendida a nuestra rutina con alfileres.
No confinarnos en casa dejó de ser una opción. Y el tiempo cobró una dimensión nueva, que había que administrar sin folleto de instrucciones. Me congratulaba la idea de dedicarme más de lleno a escribir, pero esta situación me bloquea; demostrado queda que estoy más inspirada cuantos más frentes tengo que atender, mis musas están en compás de espera hasta que se restablezca la cotidianidad.


Me viene a colación, en estos días difíciles, la famosa cita de Winston Churchill, que reza:

“El pesimista ve dificultades en cada oportunidad. El optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.

 
Mantener a raya al bicho infame pasa por tener las manos enjabonadas cada dos por tres. Además de dañina, esta alimaña microscópica es sucia y grasienta, por eso la limpieza y la desinfección la aniquilan.
Ni en su época de mayor esplendor mis manos fueron delicadas. Estos días me pican y están más secas que la mojama, ásperas y doloridas. Pero opino que las manos no tienen como objetivo supremo lucir impecables. Soy una mujer eminentemente práctica, y yo las quiero para trabajar, para acariciar, para enfatizar mis palabras con sus movimientos, para transmitir a través de la danza, para tocar la guitarra, para aferrar a los que quiero, para infundir confianza, para dar... Y para ahuyentar entre pompas a este virus con aspiraciones monárquicas.
Vamos a necesitar algo más que un lavado de manos para cuando salgamos de nuestro encierro domiciliario. La vida nos demanda también, de paso, un lavado de conciencia social, un escaneado a nuestras emociones, una renovada escala de valores. 


Llegados a este punto, mi artrosis y la apergaminada piel de mis manos requieren un poco de atención y cuidados intensivos, para seguir presentando batalla al enemigo que ha puesto en jaque al mundo entero. A ello.
Pero voy, por último, a recordar otra célebre frase de Churchill, que viene como anillo al dedo para motivarnos en esta lucha desigual, y que vamos a ganar.

“El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: lo que realmente cuenta es el valor para continuar”.



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