Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 7 de marzo de 2019

Venecia contigo

Esta foto me la hizo una buena amiga en el Puente de los Suspiros en Venecia, cuando contaba con 19 añitos, y viajábamos por toda Italia para celebrar que terminábamos Magisterio. Llevábamos la maleta llena de latas de conservas para subsistir las dos semanas intensas en las que recorrimos toda la Península Itálica, pero también rebosante de esperanzas e ilusiones por un futuro que se nos antojaba toda una aventura con la inocencia de nuestra poca edad.
Treinta y nueve años después de conocer Venecia sin ti, vuelvo a Venecia contigo. En nuestra maleta ya no viajan conservas, sino cuarenta y tantos calendarios compartidos. Hemos cambiado la inocencia por la experiencia, y las esperanzas e ilusiones de futuro por la madura y serena felicidad del presente, una vez cumplidas nuestras obligaciones familiares.




Llegar a Venecia desde el aeropuerto paseando por sus canales puede llegar a ser hipnótico.





Y mezclarse con sus gentes, con sus lujosos disfraces desfilando por doquier, y la Plaza de S. Marcos como un hervidero humano, una experiencia mágica.




¡Qué bien nos sentaron las primeras cervezas, las primeras pizzas y los primeros caffelattes! Nos infundieron la energía suficiente para caminar por la ciudad, perdidos entre estrechas callejuelas, plazas impresionantes, edificios grandiosos, mercadillos callejeros y típicas estampas de gondoleros paseando turistas.




La noche nos descubrió también sus encantos. Una sabrosa cena en los alrededores del Puente de Rialto, y otro gran paseo por rincones de ensueño.



El carnaval de Venecia es el carnaval del silencio. La noche transcurrió en calma, aún cuando nuestro hotel estaba a un minuto de S. Marcos, centro neurálgico de la fiesta. Bien descansados, disponíamos de otro espléndido día para disfrutar de la ciudad, sin rastro de la niebla o la lluvia tan características aquí.







De cuando en cuando, un delicioso helado italiano, o una parada técnica en una terraza con un sol de verbena, para tomar un café.



Llegamos hasta el Puente de la Academia, dando un buen rodeo para llegar hasta Santa María de la Salud, haciendo fotos donde nos apetecía.








Llegados hasta allí, más fotos para el recuerdo. Visitantes de distintas nacionalidades, y muchos venecianos disfrazados, solícitos siempre a posar con los turistas, como si no tuvieran nada más urgente que hacer.








Volviendo sobre nuestros pasos, mirando todo con curiosidad, disfrutando del día maravilloso que lucía.





Una cervecita por aquí...


...otra cervecita por allá... (por cierto, a 7€ cada una, para que vayáis sobre aviso). Entramos de paso en una exposición de arte contemporáneo que nos encantó.



Y de nuevo a S. Marcos para mezclarnos con el ambiente.






Lo bueno de instalarte en un alojamiento céntrico es que puedes echarte una siestita y volver al meollo de la fiesta en un santiamén. En la plaza se alternaban la música de grupos en directo con la intervención de algún Dj. Ya comenté al principio que el concepto de carnaval veneciano es diametralmente opuesto al de Badajoz. Otra gran diferencia con el nuestro son los horarios: a las diez de la noche se acabó el ruido. 


Me ocurrió una anécdota curiosa por la noche. Entrábamos en San Marcos cuando sonaba una música ochentera que me motivó a ir bailando a mi bola, más contenta que unas pascuas con ritmos de mi juventud discotequera, cosa que a la mayoría les dejaba indiferentes. A decir verdad, y para mi gusto, son un poco saboríos. De pronto, oí decir mi nombre. Se acercaron a mí dos chicas sin disfrazar, pero con la cara cubierta por una máscara. 
-"Maribel, ¿eres tú...? Te hemos visto pasar y no nos lo podíamos creer... Somos Beatriz y Guadalupe." 
Yo no salía de mi asombro. Dos hermanas, antiguas alumnas mías, que habían hecho los mismos planes que nosotros en el puente de los carnavales. Menuda coincidencia, aunque no es la primera vez que me ocurre. Hace años me encontré con otra ex alumna y su familia en Salzburgo (Austria). Me encantó que me reconocieran y que vinieran a saludarme con tanto cariño. Está visto que el mundo es un pañuelo. Lástima que no caímos en la cuenta de hacernos una foto, pero no lo olvidaré.


Nos quedaba el capítulo de compras y regalitos, el vuelo estaba previsto casi por la noche y teníamos todo el día por delante para rematar el viaje. Esta última jornada amaneció nublada, pero afortunadamente sin lluvia.







Así doy por cumplida mi ilusión de visitar Venecia a dúo con Mane, que sola ya había venido. Era una asignatura pendiente, y hemos aprobado con sobresaliente.








                              ¡Arrivederci!























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