Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

viernes, 31 de octubre de 2014

¡Vivan los Tosantos!


Cuando era niña, allá por el Paleolítico, se celebraban los Tosantos en mi pueblo a la manera tradicional, que tenía mucho que ver con nuestras más arraigadas costumbres, heredadas de nuestros antepasados, y no como ahora, que nos han impuesto, como el que no quiere la cosa, la fiesta anglosajona de Halloween, con la socorrida excusa del bilingüismo y la madre que lo parió.


A nuestros queridos Tosantos le han dado calabazas las brujitas que han proliferado como las malas hierbas por los patios y pasillos de las escuelas, así como en parques, avenidas o zonas de botellón, y se va imponiendo el trick-or-treat, truco o trato, un juego fonético que no se trata de un truco propiamente dicho, sino más bien de un susto, una broma o una travesura: se pide "un regalo", normalmente un dulce o una golosina.


En mi época salíamos las amiguitas con una cestita en la que llevábamos una merienda, constituída principalmente por castañas, higos, nueces (con los que hacíamos casamientos), y también manzanas, granadas, pasas, ciruelas, rosquillas... En lugar de calabazas, se vaciaba un melón y se le abrían orificios a modo de ojos y boca, y se ponía dentro una vela encendida para darle un aspecto fantasmagórico.


No me importaría celebrar Halloween a medias con los Tosantos, pero eliminarlos de un plumazo, dejar que nos borren nuestras señas de identidad popular, por imperativo anglosajón, me indigna.


       Que no somos más tontos porque no entrenamos, ¡leñe!



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