Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 1 de abril de 2013

Que se mueran los malos



Sí, ya sé que la letra de la famosa canción dice “que se mueran los feos”, pero yo prefiero que sean los malos los que se vayan al otro barrio, más que nada para que dejen de hacer daño al prójimo. Esta idea me ha asaltado al leer en la prensa la noticia del fallecimiento por accidente cardiovascular de un terrorista con delitos de sangre y seudónimo de can. 


Si hemos de asumir que, tarde o temprano, todos acabaremos abrazando a la muerte, que empiecen desfilando los rufianes, bellacos y malandrines, y nos permitan al resto, guapos o feos, altos o bajos, listos o torpes, seguir nuestro camino en la vida, por muchas dificultades que tengamos que superar. 



Asesinos de inocentes por sus ideas políticas, maltratadores y verdugos de sus familias, pedófilos cobardes y viciosos, insaciables ladrones de guante blanco, tiranos abusadores... Ojalá paguen en el más allá por sus fechorías, ya que de su  vida terrenal muchos se fueron de rositas. 


No soy partidaria de la pena de muerte en ningún caso, pero no lloraría como una plañidera si a las alimañas antes mencionadas les afectara un virus que demoliese su salud. Una carga menos para el contribuyente, y un gran alivio para las posibles víctimas de sus desmanes. 



Puede que mi afirmación no sea políticamente correcta, pero me consta que más de uno opina como yo, y la libertad de opinión no es dañina para nadie. 



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