Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 23 de junio de 2021

Petricor

 

                                                    

Estaba leyendo tranquilamente en mi patio, cuando comenzaron a caer goterones sobre mi libro. Ya había divisado un rato antes cumulonimbus amenazadores, pero creí que pasarían de largo.

Fue entonces cuando llegó ese característico olor, cargado de reminiscencias infantiles. Se llama petricor; es un término recogido por la RAE, pero me lo ha recordado una amiga. Con los años, las neuronas se vuelven perezosas y torpes.

Petricor… Interesante palabreja. Me gusta sacar a relucir palabras que no forman parte del lenguaje coloquial, que tienen una contundente pronunciación, que suenan desconocidas y sorprenden por su significado, que consiguen llamar la atención y despertar la curiosidad.

Debe ser que ha llegado a mí en un día metafóricamente gris. Y digo metafóricamente porque el sol ha estado hoy presente, aunque la temperatura está por debajo de lo que sería normal en las últimas jornadas de junio, ya entrados en el solsticio de verano.

Los alumnos no inundan ya las clases ni los pasillos del colegio, con sus risas y sus filas retuertas -por más que les vamos dando cansinas instrucciones-. Ahora las paredes lucen desnudas, preparándose para una mano de pintura; algunos albañiles se hacen notar por sus martillazos y consiguiente ruido de escombros, mientras trabajan en necesarias reformas; los profesores se afanan ante sus ordenadores, enjaretando las memorias del incierto curso que ahora termina, subiendo notas a Rayuela o mandando recomendaciones veraniegas a sus pupilos; en el patio, las vallas han sido sustituidas por vehículos, en un improvisado y temporal aparcamiento; y en mi ánimo hace mella el agotamiento físico y emocional al que he estado sometida los últimos meses, como el que más y el que menos.

Así que “petricor” me ha zarandeado el entendimiento, de la misma manera que el olor de la lluvia me ha removido recuerdos placenteros. Incluso me ha motivado a escribir estos renglones, después de tanto tiempo, que mi teclado estaba anquilosado.

Se me han quedado en el tintero, en este paréntesis de divorcio con la escritura, muchos temas a tratar. Pero, hoy en día, cualquier noticia lleva incorporado el chip de obsolescencia programada, como los electrodomésticos, y está manida antes de haber podido comentarla públicamente.

Así que, no diré nada de los indultos, porque ya se está hablando de la bajada del IVA en la factura de la luz y de la posibilidad de dejar de llevar mascarilla en zonas al aire libre. Que siempre hay un roto para un descosido, y hay que ver qué arte tienen algunos para desviar la atención del respetable a favor de sus intereses.

Cuando estas líneas salgan publicadas, ya serán antiguas. Pero “petricor” seguirá de actualidad y vigente, aunque más de uno nunca haya pronunciado esta palabra y ni siquiera supiera que su verdadera definición es “olor a tierra mojada”.

Espero fervientemente no volver a dejar de escribir una temporada tan larga, ahora que mis dedos sobre el teclado han conseguido desperezarse.

 


 

 

 

 

 

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