Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Perfecta (relato)






Tirada en el sofá, con la mirada perdida, el gesto sin expresión, y callada. Lleva largo rato así, mientras los demás van y vienen, charlan, cenan y se ríen, pero a nadie parece llamarle la atención su pasiva y distante actitud.
Al cabo de un tiempo, vacío para ella, se acerca su marido:
-¿Te pasa algo...?
-Nada. Quiero ser perfecta.
Lejos de provocarle curiosidad, se retira a lo suyo sin más averiguaciones, y se sienta frente al televisor, teniendo en la mesita su portátil en primer plano. Asegura que la televisión no le interesa, que es solo música de fondo, pero lo cierto es que se ríe y le habla, le replica como una vieja, cada vez que se lo pide el cuerpo.
Ella sigue inmóvil, como una figura del museo de cera, pero ésta ni siquiera se le parece. Es como un cuerpo desgajado del suyo, un clon con defecto de fabricación. 
Rebobina el motivo de su pasividad y su silencio. Demasiadas veces la mandan callar, ahogan sus espontáneos impulsos por contar lo que siente, lo que opina, lo que sabe o lo que quiere saber. Pero más tarde, pasado el inoportuno momento de abrir la boca, ya nadie de los suyos recuerda que iba a decir algo y abortaron el intento. Y ella se traga como puede el tapón que le han encajado en la boca, una y otra vez, una y otra vez.
A veces bromean entre ellos comentando que la mujer perfecta es muda, y pretenden elevar su teoría al nivel de un chiste, y de hecho se lo creen. Creen que una mujer de verdad tiene que ser muda para que un hombre de verdad pueda empezar a considerarla perfecta.
Y ella quiere ser perfecta para su familia de varones. Solo le falta eso, ser muda: no interrumpir mientras dan los resúmenes de la jornada liguera, no descentrarlos cuando están "trabajando", con el ordenador o con el móvil, no distraerlos cuando van con prisa... 
Muda, de las que no hablan, de las de toda la vida, porque es perfecta en todo lo demás: ordena, barre, friega, compra, cocina, sirve, lava, tiende, dobla, plancha, guarda, cose, lo encuentra todo, recicla y tira la basura , está pendiente de todas las fechas a recordar, pone su coche a disposición de quien lo necesite, paga las facturas, hace el amor mientras duerme, abatida más por la falta de sueño que necesitada de sexo, acude cada día a su trabajo, trae su sueldo a casa... Pero le falta ser muda.
Es cuestión de voluntad, hay que conseguirlo. Todos se alegrarán.

La encontraron sin vida en el sótano. El escape de gas hizo que se desmayara. Ninguno de sus hombres la echó de menos hasta que se acabó en la despensa la leche para el desayuno y no quedaba loza limpia en ninguno de los muebles de cocina.



1 comentario:

  1. Cuando me quedo muda por mi enfermedad me siento como si estuviera encerrada en una celda. Y pierdes libertad y autonomía porque a tu cuerpo le han colgado unas cadenas pesadas de arrastrar, que no te dejan ni siquiera ir al mercado y hacerte oir al pedir alimentos. Un beso

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