Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Las hernias ya son pasado


Desde lo más hondo de mi cansancio acumulado con tesón en las últimas horas, percibo cómo un nuevo día se desliza sigiloso en mis aposentos. En el clima sosegado de la noche puedo repasar los recientes acontecimientos que han venido a alterar mi cotidiana rutina.

El lunes nos anunciaron que Mane podría liberarse de su persistente dolor en el brazo, acarreado y difícilmente soportado desde el pasado verano, pasando por quirófano el miércoles por la tarde, ya que el neurocirujano tenía un hueco en su apretada agenda. Había que operar dos hernias discales cervicales, causantes de la dolorosa sintomatología.

Pincha aquí para saber qué es una hernia

No había lugar para dubitaciones, pero sí cabían incertidumbres ante una decisión tomada con firmeza, por el riesgo que siempre entraña una anestesia general y hurgar con un bisturí tan cerca de la médula. 
Ignoramos el despertador y el horario laboral, y desayunamos frente a frente con una distendida charla. Había que guardar ocho horas de ayuno antes de la intervención, así que antes del medio día hicimos un almuerzo (yo me solidaricé con su protocolo), que permitiera llegar a la tarde en óptimas condiciones para tolerar la anestesia general.



Partimos de casa sobre las tres de la tarde, llegamos al hospital, y tras gestionar la documentación necesaria para el ingreso, tomamos posesión de la “suite”. La espera fue entretenida, porque las visitas se sucedieron una tras otra.
El camisón que dejaron sobre la cama no correspondía con la talla de Mane, lo que sirvió de mofa y motivo de documento gráfico para el recuerdo, hasta que mi amiga Tere nos consiguió otra prenda más acorde con sus medidas.
Hubo situaciones urgentes e imprevisibles que retrasaron la operación de Mane, pero por fin fue llamado a filas sobre las 20:30 h. Gracias a mi amiga Tere, que es de la casa, pude acompañar a Mane hasta el mismo momento de pasar a quirófano.
Casi tres horas después de conversación en la sala de espera, sus hermanos, mis hijos y yo, salió el cirujano a informar que todo había ido bien, y que le había implantado prótesis entre las vértebras afectadas. Pasaría la noche en la UCI, y al día siguiente pasaría a planta si todo evolucionaba favorablemente. Pero antes nos permitieron verle, ataviados con batas y patucos, y comprobar el buen humor con el que había despertado. Tuvo varios golpes de los suyos, y nos gastó bromas, pero también confesó que el dolor insoportable que sufría en el brazo había desaparecido milagrosamente.



No me dejaron quedarme esa noche, así que alrededor de la una de la madrugada volví a casa y me acosté, después de comer un bocado, porque con la tensión no me di cuenta que prácticamente no había comido en todo el día. Programé el despertador a las 6:30, y a las 7:45 ya estaba en el hospital. Tiempo después llegó mi omnipresente y entrañable amiga Tere, entró en UCI y salió para informarme que había pasado la noche tranquilo y sin complicaciones, y me enseñó una foto que acababa de hacerle para que comprobara su buen aspecto. Un rato después me permitieron pasar y acompañarle, y permanecí a su lado hasta más tarde de las 11:00 h. Había eliminado sin dificultad la anestesia por la orina, y había tolerado un zumo y un yogur con gusto y con apetito.


Mientras le retiraban los detectores y le subían a la “suite”, fui a dar un paseo por los alrededores del hospital.
El día fue resbalando lentamente tras la ventana de la habitación, orientada al oeste, dejándome ser testigo de la melancolía de una tarde que empujó al sol por el precipicio del horizonte, mientras mi rostro ceniciento por el cansancio exageraba la expresión amable ante las sucesivas visitas, hasta que por fin nos quedamos solos. Me duche, le duché, y nos acostamos rendidos, a sabiendas que en los hospitales la actividad está en ebullición desde las primeras luces del alba.


Efectivamente, recién vestida y acicalada, llegó el Dr. Ugarriza a inspeccionar el estado del paciente, y a traer el parte de alta, una vez desayunase y le practicasen una cura en la cicatriz.
En menos de 48 horas estoy de vuelta con él en casa, con sus cervicales restauradas. Debe llevar el collarín unos días, para evitar movimientos bruscos, pero debe quitárselo para acostarse. Retirarán los puntos de sutura la semana próxima, y deberá ir a consulta a finales de mes para que el doctor compruebe la evolución del enfermo. Entonces comenzarán los trámites para intervenirle el túnel carpiano y las lesiones lumbares…, pero eso es ya objeto de otro post. 




Me lo han dejado niquelado, y ¡ha crecido! Ahora no le llego ni al hombro… Los tacones, más que nunca ahora, son para mí elementos de primera necesidad para ir de su brazo.





                                   BYE
 


2 comentarios:

  1. ¡¡¡Cuanto me alegra que todo esté bien!!! Suerte que estuvisteis muy poco tiempo en el hospital. En esos sitios se termina cansadísima " de no hacer nada", sólo de estar pendiente del enfermo.
    Mane tiene un aspecto estupendo, parece que no va con él...jeje!!! Además, ha crecido!!! te lo han enderezado y encima ya no tendrá dolores...uhhhhhh!!!
    ¡¡¡lo han dejado "niquelao""".
    Besitos para Mane y por supuesto para ti...desde El Terrao-

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  2. Muchas gracias, compi. Ahora las hernias me saldrán a mí, que sin tacones no alcanzo ni a darle un beso, jajaja... Un abrazo.

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