Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

domingo, 8 de junio de 2014

Tres décadas

 
(9 de junio 1.984-9 de junio de 2.014)
 
Treinta años de convivencia conyugal dan para un diario escrito en diez volúmenes, de 1.500 páginas cada uno, a doble cara, a doble espacio, y con los márgenes llenos de anotaciones adicionales. Toda una enciclopedia de la experiencia para parejas de reciente creación o aspirantes a nuevas incorporaciones a este exclusivo y reducido círculo de amor de larga duración, sin chip de obsolescencia programada ni fecha de caducidad o consumo preferente, que es lo que se estila en los tiempos que corren.
 

 
 Me siento en una piedra del camino, volviendo la mirada al tiempo rezagado, retratado en tonos sepia en mi memoria selectiva, y diviso en el horizonte policromado sombras desdibujadas de pasiones pretéritas, el eco de reproches archivados, renuncias que pasaron inadvertidas, palabras que nunca debieron pronunciarse y otras que nunca vieron la luz, condenadas a cadena perpetua por corazones acorazados.
 

Ahora que empieza a caer la tarde, el crepúsculo muestra su mejor estampa. Ahora que la noche aún no nos cubre con su manto estrellado, contemplo, reconciliada con mi pasado, todo aquello que llenó mis días y mis noches, y descubro cómo el recuerdo esculpe lo vivido a su antojo, y resalta, a golpe de martillo y cincel, tus “te quiero” susurrados en mi pelo, tus caricias juguetonas, tus besos de cien en cien, tus abrazos mullidos, que son como llegar a casa y calzarte zapatillas, tus regalos a deshora, tus bromas arrancando carcajadas, tus sabios consejos, tus oportunas opiniones, el buen humor que destilas, tu entereza ante las dificultades, tu mano en mi cintura.
 
 


 Tres décadas pueden cargar a sus espaldas un inestimable peso, pero repartirlo entre dos lo hace más liviano, sobre todo si sabemos coordinar el paso, sincronizar la respiración y mirar al frente sin perder la sonrisa, aunque las gotas de sudor se deslicen por nuestra frente, empañando nuestra mirada.




Largo camino el que hemos recorrido hasta el día de hoy, pero el sendero sigue, y quiero llegar hasta el final contigo, mi amigo, mi amante, mi esposo, mi compañero, mi vida.





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