Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 19 de enero de 2017

Carpintero a domicilio



En una casa siempre hay huecos manifiestamente aprovechables, y enseres para guardar. Pero también es verdad que los “artistas” de cualquier índole (albañiles, carpinteros, electricistas, técnicos de todo tipo…) no son asequibles a todos los bolsillos en la mayoría de las ocasiones, siempre hay necesidades más urgentes en la lista de prioridades. 


Puedo presumir y presumo de estar casada con un manitas. Lo que no sabe, lo averigua, y se pone manos a la obra en menos que pía un pollo. Planifica, compra los materiales, proyecta y ejecuta.
 

La primera obra de carpintería que se propuso fue “vestir” la parte baja de una estantería de ladrillo, poniéndole dos puertas, un cajón para cubertería y unas baldas.


Trajo a casa unas tablas de madera que él mismo cortó, lijó, envejeció y barnizó, hasta quedarlas como si fueran antiguas. Incluso el diseño ornamental es de su cosecha, además de los complementos de tachuelas de forja y tiradores, que compaginan muy bien con el resto del mobiliario. 


El cajón abre y cierra con fluidez, gracias al sofisticado mecanismo, propio de un carpintero profesional más que de un aficionado, y las puertas llevan un imán que las abre y cierra a la perfección.


El resultado es inmejorable para mi gusto. Ha cubierto un hueco, pero quedan otros tres… Espero que termine su obra con el tiempo y una caña.


Y como la adrenalina que aporta la satisfacción de lo bien hecho es adictiva, se embarcó en otro proyecto de carpintería más ambicioso: un gran mueble bajo para la cocina. 


Vuelta a empezar: comprar tablas, hacer los dibujos con cada detalle, y desparramar por el suelo todo lo necesario para tenerlo a mano, el tiempo que haga falta, que es lo único que no estaba calculado, por aquello de los imprevistos y que a un artista no hay que presionarlo ni estresarlo.


El resultado ha sorprendido gratamente a propios y extraños, y a decir verdad, mi marido me sigue sorprendiendo después de cuatro décadas por la misma senda. El mueble tiene todo tipo de detalles, tanto por dentro como por fuera. Y si no me creéis, juzgad vosotros mismos por las fotos.


Ahora está inmerso en el papel de albañil: dice que le apetecía poner ladrillos, después de toda una vida dirigiendo obras. Pero esto merece un capítulo aparte, cuando remate su nueva ocurrencia.


                                 ¡Saludos!

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