Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 16 de octubre de 2017

El gallo de las Josefinas



En abril de este año se llevó a cabo en el colegio Sagrada Familia FEC un interesante proyecto denominado “La Nacencia”, por el cual nuestros alumnos fueron testigos presenciales del proceso de incubación de huevos de gallina, hasta que nacen los pollitos. El diario HOY se hizo eco de la noticia. Aprendieron en vivo y en directo, con una emoción indescriptible, cómo rompían el cascarón y se asomaban al balcón de la vida. Una vez terminado el curso, los pollitos fueron ubicados en el campo de algunos de los alumnos y profesores, y nuestro pequeño gallinero se quedó vacío. 
Esta semana, como continuación del proyecto, algunos de aquellos pollitos han vuelto adultos al patio del colegio. La idea es que los alumnos asistan a la puesta y recogida de huevos. Solo hay que ver las caritas de los niños contemplando estos animalitos en su día a día, para comprobar su entusiasmo por esta lección tan fascinante. En esta pequeña granja pedagógica contamos con un gallo. Un gallo con buenos pulmones que canta sin desafinar ni una nota, desde que sale el sol, como está mandado. Probablemente muchos de nuestros niños urbanos, casi nacidos en cautividad,  nunca tendrían la ocasión de oír este canto del gallo, si no fuera porque se lo hemos traído a domicilio, a su colegio, para que acabe resultándole familiar, como lo era tiempo atrás, cuando la vida transcurría más en comunión con lo natural y no existían Internet, ni redes sociales, ni tabletas, ni whatsapps, ni videojuegos. 
Pero la intolerancia ha hecho acto de presencia en menos que canta un gallo, por culpa del gallo que canta a pleno pulmón desde el gallinero del patio de las Josefinas. Y las protestas de algunos vecinos de los edificios colindantes se han hecho notar. Resulta que no les gusta el concierto de nuestro gallo, ¡vaya por Dios! Aguantan el ruido de los motores de los vehículos que transitan por su calle, los ladridos de los perros de sus vecinos, el llanto de algún bebé insomne, pero el canto del gallo… ¡eso no! 
Pues nada, desterraremos al gallo por imperativo vecinal, pero dejaremos a nuestras gallinas ponedoras en el corral, así los niños podrán aprender de dónde proceden los huevos fritos que cenan de vez en cuando, mojando miga de pan en una yema amarillita, rica, rica y con fundamento.



5 comentarios:

  1. Vaya, nos quedamos sin gallo en el corral. Lástima que no haya aprendido a cantar con soniquete de whasap.
    Yolanda

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  2. Ohhhhhhhhh! Elena vino ayer encantada y alucinada de lo fuerte que canta el gallo!!!! Se tenía que haber tragar e silbato del poli y asi no se notaba....

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  3. Que no se lleven al gallo por favor. A mi me encanta oírlo.

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  4. Hay gente muy delicada con la contaminación acústica, pero el gallo no tiene medalla de oro por los decibelios de su canto. En fin, nunca llueve a gusto de todos, los niños encantados con el invitado y los vecinos lo han declarado "animal non grato".

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  5. Publicado en "Cartas al Director" del diario HOY el miércoles 18 de octubre de 2.017.

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