La travesía más emblemática de Palma de
Mallorca va a volver a llamarse como antaño: La Rambla. Lo han decidido los
mandamases municipales en un pleno del ayuntamiento, indignados por los
acontecimientos hechos públicos durante los últimos días en el marco de la
investigación del caso Nóos. Los
ciudadanos mallorquines opinan que los que publicitaban su ciudad con su buen
nombre y su alta alcurnia ya no merecen su ducado. No están nada orgullosos de
tener bajo sospecha de la justicia a su, hasta ahora, aristocrática familia
representativa.
No corren buenos tiempos para el duque em-palma-do. Va a costarle remontar este escándalo de soberana
magnitud, y sus supuestos chanchullos financieros van a dejar su currículum tan
em-paña-do, que nadie en suelo
patrio querrá hacerle un contrato de trabajo. A ver cómo paga su hipoteca de
cinco millones de euros y la crianza de sus cuatro churumbeles.
Al final va a resultar que mezclar sangre azul
con la colorada de la gente corriente no sale a cuenta, ni siquiera por amor.
Ya se han caído dos esbeltas figuras plebeyas de la foto oficial, mejor dicho,
las han sacado por la puerta de atrás y por la vía rápida.
La del telediario se
ha quedado sola, como una reina. Nóos
podéis imaginar qué disgusto tiene Juanca.
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